miércoles, 26 de mayo de 2010

Electoralitis aguda con pronóstico reservado

Lo de ayer en el Senado no tiene nombre, bueno, en realidad si, vergüenza. Nuestro país pasa por una de las situaciones más graves de su historia reciente. En primer lugar, seguimos teniendo más de 4 millones de parados, o que es lo mismo, un 20% de la población española en edad de trabajar. En segundo lugar, la avaricia de los mercados financieros y la claudicación de la política ante los intereses de los parqués bursátiles ha provocado que un Gobierno que se dice socialdemócrata y que está formado por un partido que en sus siglas y en su ADN, por mucho que a algunos dentro de sus filas les produzca sarpullidos tiene la O de obrero, y la S de socialista, de un giro radical a su anterior política de protección social.

El Gobierno está noqueado, va a la deriva, con un presidencialismo extremo, lo cual genera el ninguneo de los ministros y una falta de coordinación a la hora de las comparecencias públicas que genera cada vez más desazón. En este sentido no hay más que ver el guirigay que se montó la semana pasada sobre si habría o no impuestos a las rentas altas, ahora parece que por fin habrá, pero viendo la incertidumbre que provoca cada viernes el Consejo de Ministros, aventurado sería asegurarlo.

En frente, en el mayor sentido de la palabra, tenemos al Partido Popular, que se muere por convocar elecciones, como si eso fuera el Bálsamo de Fierabrás o el elixir que todo lo cura, cuando además tiene mucho que curar dentro de sus filas. Con la que tenemos encima, unas gotitas más de incertidumbre política y la explosión financiera sobre nuestras maltrechas arcas sería inminente y de consecuencias imprevisibles.

Ayer se escenificó en un escenario conformado por la Soberanía Popular la enfermedad de nuestros representantes públicos, o al menos de gran parte de ellos. Desde el Gobierno, no sólo se dan bandazos, se va, se viene, se dice digo donde se dijo Diego, y así no hay quien se entere. Por parte del principal partido de la oposición se opta por la bronca, el lenguaje tabernero (tanto en el Senado, como en la rueda de prensa de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá) y el No a todo.

Todo ello está guiado por un peligroso síndrome, la "electoralitis aguda", ambos, Gobierno y principal partido de la oposición están cegados por esa luz de 2012. Unos porque creen que aún no todo está perdido, y toman decisiones casi a golpe de titular (impuestos, bloqueo de gasto municipal etc...) y otros porque creen que cuanto peor se ponga todo mejores réditos electorales sacarán.

Mientras tanto los ciudadanos asistimos atónitos (y algunos con cabreo creciente) y se produce una desafección creciente entre la calle y los representantes democráticamente elegidos. La "clase política" (dicho sea de paso que odio esa denominación) es desde hace demasiados meses ya considerada el tercer problema de los españoles, después del paro y la economía. Pero ellos, especialmente los que más eco mediático tienen, siguen a lo suyo, tirándose los trastos a la cabeza.

Mañana se vota el "tijeretazo", seguro que los síntomas perduran.

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